El presidente de los uruguayos, ingenioso y ocurrente, y buscando siempre el filo más comunicativo y facilongo de las cosas, ha acuñado la expresión "nueva normalidad", exaltándola en su última comunicación con la gente, como sabia definición del presente. Esto suena a despampanante simpleza y frivolidad. Además de falso.
¿Qué es la normalidad? ¿Alguna vez él se lo habrá preguntado? Y en consecuencia; ¿sabrá si hay nuevas y viejas normalidades?
Lo primero a decir me sale otra vez del corazón: ¡qué cruel ironía ha de ser para las familias que han perdido un ser querido en la peor soledad, oír hablar de "nueva normalidad"! La muerte, enquistada en nosotros por condición y destino, cuando se produce, nunca consagra en nuestro universo "la normalidad". La muerte, es "lo otro" esencialmente extraño, que nos fractura y nos instala en la "anormalidad" siempre, y la tragedia; porque la muerte siempre lo es.
Por otra parte, "normalidad" viene de "norma". Pregunto: ¿lo normativo define siempre "lo normal" como criterio de bondad y de ética? ¡Qué concepción más limitada y horrorosa! Es consagrar lo que algunos -siempre la clase dirigente y los grupos de poder-, consideran como bueno. Horrorosa, porque por ejemplo, hasta hace poco -y hoy para muchos todavía-, la homosexualidad era un paradigma de la "anormalidad". ¡Y a qué costo! Al costo de la tragedia de tantos discriminados, mal vistos, descalificados como personas. Este fue uno de los costos de la mal entendida "normalidad".
Es tan frívola y no pensada la máxima del presidente, que a extremos tan dramáticos como ese conduce el concepto de "normalidad", nueva o vieja.
Me pregunto: ¿cuáles serían los "normales" cuando Don Quijote llegó a Barcelona?: ¿los que lo escarnecían y le colgaron un cartel en la espalda para hacerlo desfilar entre risas y befas? ¿O el caballero de la bondad, abanderado -aunque impotente- de la justicia? Ese mundo que cuelga carteles a las espaldas de Don Quijote por pura burla, que tanto indignaba a Unamuno, ¿es el encomiado como normal?
Pero además, este universo normativo -por no decir "normal"-, ha estallado hace mucho: por lo menos a partir del Renacimiento. Y si algo hoy es hegemónico y unánime es la incertidumbre. Más allá de ideologías, religiones y creencias personales, lo que el mundo contemporáneo ha asumido es una verdadera cultura de la incertidumbre. Así lo han consagrado los mayores teóricos de la postmodernidad. Nuestra sociedad es el espacio de las disidencias y la hegemonía de la duda. Vivimos como seres más que nunca insatisfechos: en crisis permanente. Pero los que nos gobiernan, huyen de las crisis como de la peste. Porque las crisis son inquietantes y desestabilizadoras. La "normalidad" la decretan y la consagran los grandes grupos de poder, porque les es útil y funcional al conformismo, para que todo siga como está. Entonces, que haya 100.000 pobres más en el último año, es parte de "la nueva normalidad". Aleccionador y tranquilizante. Y ese concepto de "nueva normalidad" encomiado por el presidente, incluye sin duda el crecimiento exponencial de los pobres viviendo en la calle. O la reglamentación sindical, para contener la lucha de los asalariados por su supervivencia: ¡"la nueva normalidad"!
¿Y los diferentes, integran la "nueva normalidad"? Los estigmatizados por la sociedad de los "normales", ¿la integran?
Por último, esta consigna tranquilizadora y adaptativa -que bien les funciona en un sentido mucho más vasto que el de la pandemia-, contradice la naturaleza de las cosas. La vida misma es cambio continuo, transformación y crecimiento. Qué hubiera pensado Rodó de esta máxima de cascarón vacío; él, enamorado del cambio permanente y el ser en devenir.
Por hoy, termino apelando al genial César Vallejo, cholo del Perú y uno de los más grandes poetas de América. A él acudo, justo ahora, en que otro cholo como él es presidente del Perú, y desafía la "normalidad" bendecida por los explotadores y los satisfechos: "Y desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a treinta minutos por segundo, paso a paso..."(...) "Jamás, hombres humanos / hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera..."
¿A esa ominosa realidad que es también la de hoy, llama entusiastamente el presidente "nueva normalidad"? ¡Con razón!
Por incomprensión -no digo por maldad-, la frase "nueva normalidad", superficial y engañosa, se vuelve en sus labios lo que en literatura llamamos una "ironía trágica": cuyo contenido semántico apunta en contra suya y de todos nosotros.